sábado, 30 de julio de 2016

TODO PIOLA

Amor, complicidad, amistad y fantasía. Ingredientes que se combinan en la construcción afectiva de la pieza que intenta darle cuerpo, sonidos, movimiento, a las palabras conjugadas de la poesía de Mariano Blatt, y otros parafraseos.
Una propuesta que se despliega como un poema urbano escénico y toma cuerpo en Eddy García y Carla Di Grazia, dos intérpretes entregados con potencia a la acción.
De esa poesía “inútil pero necesaria” se empapa Gustavo Tarrío, que arremangado se arroja a construir un universo muy particular donde vemos flotar el imaginario de la falta, de la carencia, entre perlas y canciones.
Hay fantasías que se lanzan a existir. Como el deseo de ser otro, o de estar en otro lugar, e inmediatamente ser transportado hacia allí.
Canciones originales juegan con la escena hamacada por una bella voz. La cantante se infiltra entre las fantasías de los protagonistas, musicaliza los momentos, se cuela como un suceso extra escénico y es al mismo tiempo protagonista.
Dos amigos de un barrio se encuentran y entre sus charlas cotidianas casi rústicas, se abre un hueco al universo de la imaginación para viajar entre monos africanos o revivir alguna escena de película.
La pieza utiliza recursos que enriquecen la experiencia y a la vez la convierten en una propuesta innombrable. Es un teatro que se despliega en los bordes, que danza, canta, declama, dialoga, que construye mundos desde una dramaturgia poética o hace dramaturgia desde la poesía.
Todo piola es una experiencia teatral que habita con expresión contemporánea, y de una manera curiosa, en la escena de la ciudad.

Qué: Todo piola
Quién: Guión: Mariano Blatt, Eddy García, Gustavo Tarrío.- Actuación: Carla Di Grazia, Eddy García, Guadalupe Otheguy.- Cantantes: Guadalupe Otheguy.- Músicos: Felipe Barrozo, Cecilia Bienati.- Vestuario: Cristian Bonaudi, Ana Press.- Diseño de objetos y fotografía: Agnese Lozupone, Eleonora Pascual.- Diseño de luces y arte: Agnese Lozupone.- Diseño gráfico: Maxi Sosa.- Producción ejecutiva: Eleonora Pascual.- Asistencia de dirección y Diseño de movimientos: Virginia Leanza.- Dirección: Gustavo Tarrío.-
Duración: 60 minutos
Dónde: TEATRO DEL ABASTO Humahuaca 3549 Teléfonos: 4865-0014
Web: http://www.teatrodelabasto.com

Cuándo: Viernes - 23:30 hs - Hasta el 10/09/2016

LOS CIEGOS


Esta obra simbolista del autor belga Maurice Maeterlinck nos ubica en una isla, espacio ficcional en el que transcurre la historia completa y que da comienzo a toda una simbología sobre el aislamiento.
Varados en medio de un bosque, un grupo de ciegos espera a su guía, muerto a metros de allí sin que ninguno lo sepa. Esta extraña situación basta para introducir al espectador en reflexiones metafísicas sobre la vulnerabilidad humana, la finitud y la muerte.
Sumergidos en el bosque, distribuidos entre rocas y hojas, están esperando indefensos estos hombres y mujeres. La escenografía recrea el ambiente nocturno cuya iluminación resalta la belleza pictórica de la puesta.
El canto de tres niñas se repite como una plegaria mientras oímos los textos del temor y el desconcierto, en la boca de hombres y mujeres que dialogan, tanteando con sus manos en la oscuridad.
La imposibilidad de ver genera alrededor un plus de misterio. Todo lo que sucede en otros niveles sensoriales se percibe como una amenaza. Queda expuesto el hombre a lo desconocido.
La indefensión de este grupo no vidente se contrapone a la figura del ciego Tiresias de la dramaturgia griega clásica, que lo ubica como el clarividente, como aquel hombre capaz de ver el porvenir. La ceguera aquí funciona como metáfora de la ignorancia y las limitaciones del ser humano.
La puesta fortalece la sensación de ambigüedad frente a los sucesos externos con elementos lumínicos. Un recurso cuyo efecto puede llevar a sospechar si realmente sucede algo sobrenatural que los ciegos perciben o se trata simplemente del viento, las hojas que caen y el sonido del mar que los circunda. De esta manera resalta el aspecto de la incertidumbre y lo desconocido a lo que el ser humano se enfrenta como algo característico de su condición.
Mediante la simbología de la ceguera, la obra conduce al espectador a enfrentar la angustia de una existencia cuya única certeza es la finitud.
Una obra breve y bella, como la vida misma.

Qué: Los ciegos
Quién: Autoría: Maurice Maeterlinck.- Actuación: Romina Almirón, Juan Manuel Casavelos, José Luis De Giano, Macarena Del Corro, Norma Kania Glozman, Julieta Koop, Nancy Micheloni, Luciano Moreno, Horacio Vay, Miguel Angel Vigna, Carlos Vilaseca, Agustina Yacachury.- Diseño de escenografía Y Diseño de vestuario: Marcelo Valiente.- Diseño de luces: Sergio Iriarte.- Realización de escenografia: Andrés Bailot, Maite Corona, Ileana Vallejos.- Realización de vestuario: Magali Salvatore, Natalia Suárez.- Instalación visual: Daniel Sanchez.- Música original: Sebastián Bradley.- Sonido: Maximiliano Martinez.-Asesoramiento coreográfico: Ignacio Gonzalez Cano.- Producción ejecutiva Y Asistencia de dirección: Andrea Bouhier.- Dirección Y Puesta en escena: Nayi Awada, Tomás Bradley.-
Duración: 50 minutos
Dónde: TEATRO HASTA TRILCE Maza 177 Teléfonos: 4862-1758

Cuándo: Viernes - 22:00 hs - Del 29/07/2016 al 30/09/2016

viernes, 15 de julio de 2016

LA VIDA BREVE

“A veces me pregunto si el amor no es uno de esos lugares, siempre con pulóveres agujereados” (gacetilla de la obra)

La vida es breve. La vida es un instante perpetuo. La vida es como una ficción y su duración es relativa, subjetiva.
La propuesta que despliegan Esteban Bieda y Nahuel Cano, en conjunto con un dúctil grupo de buenos actores, es, como ellos dicen, “una opinión contemporánea, mutante y caótica del universo narrativo de León Tolstoi y Anton Chéjov”.
También es un grito poético sobre la brevedad de la existencia y la posibilidad de vivir intensamente cada instante.
En el espacio amplio donde se despliega este mundo, y bajo una luz total que sólo desciendo al principio mientras el humo enturbia todo, se ve ropa colgada en distintos percheros expuestos en escena. Son trajes diversos como los roles que cada uno interpreta en el escenario de la vida.
Un ventanal al fondo abre la mirada hacia la posibilidad de otro lugar, externo, no audible, múltiple, que puede remitir también a lo exótico.
El universo ruso y sus nostalgias, conflictos e imposibilidades que crean drama, son el disparador inicial, pero la obra se desprende de aquellos autores para plantear en el mundo presente el devenir de la existencia.
Las primeras palabras nos dicen que están  “todos cayendo”. Juicios vacíos sobre los otros muestran la pobreza espiritual de una clase que parece aferrarse a la vida del antiguo régimen, donde los “horribles” pobres estaban ocultos a sus ojos. Ahora tienen que compartir con ellos sus hipocresías cómodas en los transportes públicos. Así la obra penetra mordazmente en la contemporaneidad del presente.
La decadencia atraviesa la moral, la sociedad, y la materia misma, que se hace palpable en el espacio físico, en las relaciones, en el torbellino de las interpretaciones que se abalanzan hacia el final.
Todos conviven en escena como si estuvieran probando palabras, cosas, acciones. Se superponen las situaciones y se entremezclan los personajes de los autores rusos con tal dinámica, que parecen piezas de encastre y el espectador puede seguir los relatos con fluidez.
Cierto estado trágico de la vida sobrevuela cada instante. El desamor, la fatalidad, el tiempo, el amor, la muerte dando vueltas, los presagios, “la sensación de que algo terrible nos pasará a todos”.
Esos cambios constantes, ligados hábilmente por la dirección, se verán en la mudanza permanente del vestuario en escena, en los desplazamientos de los percheros que sirven de escenografía, en la develación del dispositivo.
La obra se arma en una superposición de momentos que no decaen. La euforia convive con rupturas delirantes que rompen cualquier solemnidad. La música transforma la escena en un recital performático donde el amor es una mierda, llorar es como respirar, saber cómo son las cosas resulta asfixiante y cuanto uno más se cultiva, más infeliz se vuelve.
En ese devenir de dependencia de todo lo que forma parte de la vida (los otros, el amor, el conocimiento, el sufrimiento, la materia), vemos decaer a los personajes a medida que la obra se acerca a su fin, en paralelo con la existencia misma de las cosas, que se corroen por el tiempo.
Todo concluye en la ficción como en la realidad.
La vida es tan breve que no sería difícil sospechar, junto a los actores, que en un punto, somos eternos.

Qué: La vida breve

Quién: Autoría: Esteban Bieda, Nahuel Cano.- Actuación:María Abadi, Anabella Bacigalupo, Florencia Bergallo, Diego Echegoyen, Leonardo Murúa, Javier Pedersoli, Mariano Sayavedra.- Diseño de vestuario: Belén Parra.- Diseño de escenografía: Julieta Potenze.- Diseño de luces: Rocío Caliri, Matías Sendón.- Video: Martín Berra.- Diseño gráfico: Sonia Basch.- Entrenamiento vocal: Claudia Cano.- Asistencia coreográfica: Laura Aguerreberry.- Asistencia de dirección: Gastón Guanziroli.- Producción ejecutiva: Laura Loredo Rubio, Julieta Potenze.- Co-producción: Estudio|elcuarto|, FIba.- Dirección: Nahuel Cano.-

lunes, 4 de julio de 2016

EL VÉRTIGO

El espectador llega a ver esta propuesta y se encuentra con una bella situación: la locación. No es un espacio de teatro convencional y tampoco es una obra site specific (armada para el sitio específico) pero sucede en un lugar hermoso que ubica la obra donde mejor podía realizarse: un taller de orfebrería.
El Museo Pallarols, un espacio de trabajo artesanal lleno de herramientas y objetos antiguos, es el escenario ideal para una propuesta en la que el espectador oficia de espía asomado dentro del taller.
La obra de Discépolo trae a una familia de inmigrantes que se dedican a la orfebrería. Y en ese espacio de trabajo donde se pasan horas engarzando piedras preciosas, trascurre la acción.
Inicia el relato en medio de una situación tensa que inmediatamente se explicita. El amor no correspondido de un hombre es el centro donde gravita el vértigo. Esa sensación ilusoria de movimiento de los objetos que nos rodean, o de nuestro propio cuerpo. El vértigo como la mala fiebre del deseo que empuja tras algo aunque cause el propio mal.
Porque si el orfebre no puede engarzar y algo falla, no se debe a una deficiencia de su cuerpo, pues “las manos no tienen la culpa, es la cabeza o el corazón”.
Irrumpe desde el principio el tema del amor/desamor. Esa ‘mala fiebre’, que lleva a los hombres a cometer los peores delitos. Y pese a que “un hombre que ama es un hombre fuerte”, también es un hombre que cede y se sacrifica por una mujer.
Aquí se plantea desde el texto que el hombre actúa para la mujer, baja a las minas a buscar piedras preciosas para que ella las luzca, a costa de arriesgar su vida. Trabaja para ellas. Y a la vez, se pone en cuestión a aquella parte del género femenino que enloquece por lo material. Las mujeres que gustan tanto de las joyas son fatales. Arruinan a los hombres que enloquecen de amor.
Entonces la obra pone en tela de juicio a las ambiciones materialistas (“las piedras traen desgracias”) y rescata de un modo romántico las profundidades de lo que dicta el corazón, que es lo que uno verdaderamente debe atender. “Hacer siempre lo que te dicte tu corazón”, expresa el texto en voz de uno de los intérpretes.
El amor está planteado como algo sencillo y difícil a la vez. Atraviesa la obra como una flecha que trae aparejada la fatalidad. La tragedia se ve venir como algo indefectible.
En ese espacio íntimo, el espectador permanece expectante como si fuera una herramienta más del taller. Rodeado de objetos antiguos, piezas de orfebre, el público es tallado por las escenas que se suceden a un ritmo vertiginoso como el título.
El vértigo del amor, de la pasión, del riesgo, del dinero, del devenir.
Con el vértigo de la vida, concluye esta pieza engarzada en la memoria como una bella propuesta teatral.

Qué: El vértigo

Quién: Autoría: Armando Discépolo.-  Actuación: Marcelo Aruzzi, Natalia Besuzzo, Matias Broglia, Roberto Cappella, Marcos Horrisberger, Martín López Pozzo, Alicia Naya, Yesica Wejcman.- Vestuario: Cecilia Zuvialde.- Diseño de luces: Miguel Solowej.- Música: Santiago Barceló.- Fotografía: Leopoldo Minotti.- Diseño gráfico: Roberto Cappella.- Asesoramiento escenográfico: Cecilia Zuvialde.- Asistencia de dirección: Juan Sebastian Echave.- Dirección: Matías Leites, Leopoldo Minotti.- Duración: 70 minutos.- Web: http://www.elvertigo.com.ar

Dónde: MUSEO PALLAROLS Defensa 1094   Reservas: 15-6725-1000

Cuándo: Viernes - 21:00 hs