domingo, 15 de mayo de 2016

MI HIJO SOLO CAMINA UN POCO MÁS LENTO



En un horario poco habitual para lo que es el teatro en esta gran ciudad habitada por teatristas, tiene lugar este curioso acontecimiento.  
El público llega amodorrado a la sala Apacheta, un espacio relajado y contenedor, atendido por sus propios actores.  Sube las escaleras dispuesto a participar como un invitado en un almuerzo de domingo. La atmósfera es descontracturada y los intérpretes están allí mismo. Parecen tan a la expectativa como el público cercano.
En la escena están todos vestidos con trajes deportivos, parados, apoyados contra alguna pared, sentados, mientras observan cómo nos acomodamos en las gradas. Es un ambiente casero, íntimo, humano.
Empieza la obra con una especie de aclaración, cual nota al pie de la actriz más  mayor, que explica que puede olvidarse la letra y recibir ayuda de los compañeros. Es tomada con naturalidad. Luego todos los actores comienzan a correr. Metáfora que sirve para entrar en calor físicamente y despejar la mente, además de poner en tensión el núcleo conflictivo sobre el que circula la pieza, donde el protagonista está postrado en una silla de ruedas debido a una enfermedad jamás nombrada.
“No es bueno que estés en la oscuridad” es una de las primeras frases. Y la propia pieza teatral sale a luz poniendo en evidencia todos sus mecanismos. Los actores permanecen a la vista aunque no estén ‘actuando’, mueven los objetos que sirven de escenografía, se dan indicaciones, se impulsan, se sientan y relajan fuera de escena. Entre ellos, un relator corporiza las didascalias de la obra e interviene activamente con sus señalamientos. Describe acciones físicas de los personajes que ellos interpretan libremente.
El poder sugestivo de la imaginación es tal, que basta con la descripción verbal para que el espectador fantasee la situación. Los actores le dan el énfasis emocional suficiente para ayudar a completarla.
Branco, el protagonista, aparece en silla de ruedas. Es el que menos conflicto parece tener con la situación que vive y sobre la que gravitan todos los personajes de la obra.
A través de respiraciones sonoras, sucede una especie de intervención ‘emocional’ de los actores, como si fuera una opinión sobre el estado de ánimo de la escena. Suspiran para darle énfasis o canalizar la dosis emocional que emana de la misma.
Por otro lado, avanzan en el relato con una permanente dirección de la mirada al público, una interpelación constante. Como si le estuvieran contando el cuentito y esperaran atentamente su reacción. Una manera más de evidenciar la teatralidad, de mostrar los mecanismos de construcción del universo ficcional, de no esconder nada.
Imposible no reflexionar sobre esta forma de actuar despojados de todo aquello que hace al relato de la obra, donde parece que verbalizaran pensamientos implícitos como por ejemplo “…ahora que estás viejo y te estás por morir…” cuando la madre de Branco se dirige a su padre a hacerle una pregunta.
Se observa cierta búsqueda por la cercanía humana desde la carencia, desde la necesidad de convivir con el otro, con sus diferencias o excentricidades, con sus patologías y sus sonrisas.  En esa distancia entre los seres humanos, que parece aumentar la soledad y la ausencia de amor que sufren todos en el fondo, cada uno con su dolor, se cuela una crítica cómica a las redes sociales donde el Facebook es la estrella. Un lugar de encuentro virtual donde si uno no figura pareciera no existir. Pero, como expresa el texto en una parte: “cómo sabes quién sos si no hay gente a tu alrededor”.
“Tenemos que caminar” es otra frase que juega con el conflicto central y que a la vez suena a modo de impulso, de propuesta, de aliento. Caminar es ir hacia, es recorrer, es descubrir, es salir del lugar en donde uno está.
Cómo ayudar al otro es parte de la pregunta del drama, y la respuesta viene de la mano de la propia puesta en escena. Acercándose al otro, mirándolo, incluyéndolo,  entrando en un contacto afectuoso.
Al final, están presentes todos en la escena, agrupados por las parejas que conforman en la ficción. Miran al público como esperando una respuesta o sin esperar nada, inhalando el momento. La atmósfera se llena de pensamientos, reflexiones, emociones.
Una tensión particular mantiene al espectador en suspenso hasta que comienzan los aplausos.
Si la intención es respirar juntos, como cuenta Cacace, su director, lo han logrado.

Qué: Mi hijo solo camina un poco más lento
Quién: Dramaturgia: Ivor Martinić.- Traducción: Nikolina Zidek.- Actuación: Aldo Alessandrini, Antonio Bax, Luis Blanco, Elsa Bloise, Paula Fernandez Mbarak, Pilar Boyle, Clarisa Korovsky, Romina Padoan, Juan Andrés Romanazzi, Gonzalo San Millan, Juan Tupac Soler.- Vestuario y Escenografía: Alberto Albelda.- Diseño de luces: David Seldes.- Asistencia de dirección: Julieta Abriola, Juan Andrés Romanazzi.- Prensa: Carolina Alfonso.- Arreglos musicales: Francisco Casares.- Dirección: Guillermo Cacace.-
Duración: 75 minutos
Dónde: APACHETA SALA ESTUDIO  Pasco 623  Teléfonos: 4943-7900 / 1530142997
Cuándo: Domingo y Sábado - 11:30 hs y 14:00 hs - Hasta el 29/05/2016