Al entrar en la sala se ve todo organizado como si
fuera el interior de una casa con distintos ambientes que suponen habitaciones
separadas en la ficción.
Mientras el público entra se ven dos personajes
en escena -uno de ellos bastante sombrío- ambos sentados en un sillón dispuesto
frente a las gradas.
Se oye música por lo bajo, relajada, que
acompaña el ingreso en esa atmósfera que lentamente se va creando, a la par del
ingreso de los espectadores. La sala no da más de espacio para el público que viene
a ver la obra.
La propuesta es una versión libre de la obra Tío Vania de Antón Chéjov. Libertad que
se observa especialmente en la puesta que realiza Savignone, con un aire de
organicidad corporal a la que le imprime su carácter socarrón.
El director propone un texto sumamente visual y
corpóreo. Los distintos desplazamientos de los actores para modificar la
escenografía o pasar a otra escena, producen pequeñas elipsis en la historia y se
suceden en un movimiento que aligera la situación. Estas intervenciones son
acompañadas con cambios de iluminación y sonido.
El recurso del corte visual y sonoro también es
utilizado por el director para dar cuenta de cierto subtexto en las escenas.
Aquello latente, implícito y no dicho en diversas situaciones, se plantea a
través de este movimiento de luces que otorga a la escena un aire onírico y le
permite representar lo no representado en el texto.
La presencia corporal y el despliegue físico
también ocupan un lugar importante. Tanto el subtexto como las sensaciones
orgánicas producidas por una situación determinada son escenificadas mediante
descargas físicas que dan cuenta a un nivel coreográfico de otros aspectos de
lo dicho (o lo no dicho).
La musicalización condimenta y expresa lo suyo. A
veces la música que suena hace ver la reunión como si se tratara de un circo. Otras,
una borrachera es una verdadera fiesta de delirio. Y en otras, el disco que pone Elena acompaña con vaga
melancolía los suspiros de la joven ya resignada a su destino con el viejo profesor.
Ese tono jocoso da vuelta el texto sin evitar
distintas reflexiones que propone este ‘vania’ recreado por Savignone. Desde
una sutil referencia a una mirada de la crítica de arte que parte de las
palabras de Chéjov hacia las del actor en la piel de Vania (“25 años hablando
de arte sin saber nada”), hasta la defensa de la naturaleza y la lucha
ecológica en los parlamentos del doctor amante de los bosques.
Sin olvidar aquello que nos atraviesa en la
médula ósea de la vida, el miedo al fracaso y la frustración, donde el amor no
correspondido hace rebalsar el vaso de la desdicha, del “todo falla”, que aúna
a los personajes en un ‘mejor echarle la culpa a otro’ o en todo caso “mejor
vivir de espejismos”, como expresa Vania.
Por eso es rescatable la pregunta que propone la
gacetilla “¿es posible una vida mejor si luchamos para conseguirla?”
A lo que se puede añadir ¿puede el teatro
desbordar la sala y contextualizarse en la realidad en la que está inmerso e
impulsarnos desde ahí a una acción concreta?
Qué: Un vania
Quién: Concepción y Dirección: Marcelo Savignone.-
Actuación: María Florencia Álvarez, Luciano Cohen, Merceditas Elordi, Pedro
Risi, Marcelo Savignone, Paulina Torres.- Vestuario: Mercedes Colombo.-
Escenografía: Lina Boselli.- Iluminación: Nacho Riveros.- Realización de
muñecos: Flavio Pagola.- Video: Belén Robaina.- Operación técnica: Daniel
Schabert.- Fotografía: Cristian Holzmann.- Diseño gráfico: Edgardo Carosia.-
Producción ejecutiva: Silvia Barona.- Colaboración artística: Nela Fortunato, Andrea
Guerrieri, Eva Rodríguez.- http://unvania.blogspot.com.ar/
Dónde: LA
CARPINTERÍA.- Jean Jaures 858.- Teléfonos: 4961-5092.- Web:
http://www.lacarpinteriateatro.com.ar
Cuándo: Sábado - 22:30 hs -
Hasta el 27/04/2013
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